
Nunca hubieron mayores posibilidades para el MERCOSUR de concretar un acuerdo con la UE, aunque también nunca hubo tanta sensibilidad y desconfianza como en esta etapa. En efecto, Europa se encuentra en un proceso de transición hacia una renovación de sus estructuras y liderazgo, por la necesidad imperiosa de establecer reformas que consoliden definitivamente el proyecto Europeo desde su origen mas básico: el filosófico.
Luego del shock de Brexit y la creciente ola de movimientos nacionalistas acompañados por una marcada tendencia al aislacionismo se ha perdido visión de relacionamiento con el exterior y un sentido de cerrar filas hacia sus propias estructuras. El quiebre de la relación con Estados Unidos ha supuesto también un shock que ha hecho que se tenga que dejar un modelo histórico de Plan Marshall y caminar un sendero estratégico diferente también en términos de relaciones geopolíticas.
Los planes en el corto y mediano plazo suponen nuevas regulaciones, innovadoras iniciativas del sector público y un cambio general de cultura tanto en aspectos políticos como de la propia supervivencia derivados de los estragos causados por el impacto del cambio climático. Los resultados de las últimas elecciones Europeas confirman que estos últimos son verdaderas prioridades en la agenda, mas allá del comercio o las finanzas. En parte por la conciencia y responsabilidad que existe en torno a dicho tema, en parte por el desprestigio que ha supuesto políticas exageradas de austeridad –no correlativas con un crecimiento razonable- y un status quo de TROIKA que nada ha ayudado a efectos de superar desigualdades.
Dentro de dicho marco pretender que América Latina constituya una prioridad mas que proyectos de inversión puntuales, es una utopía que va mas allá de la concreción o no del acuerdo, sino de una estrategia dirigida a resultados positivos e igualitarios.
La cooperación triangular es la que juega el verdadero rol protagónico con Europa y la alternativa viable en este periodo específico de crisis Europea. Pretender que en las presentes condiciones América Latina se transforme en un socio ideal es simplemente falto de lógica.
América Latina actuando en organismos regionales deberá realizar un ejercicio sostenido y comprometido por “despolitizar” sus estructuras y hacerlas lo suficientemente flexibles para permitir un relacionamiento de igual a igual. La Unión Europea necesita solidez a la hora de tender puentes y países que, aunque no desarrollados, tengan una solvencia demostrada en actuar en bloque y ofrecer garantías.
Si no existe cohesión interna difícilmente se podrá traducir en coherencia hacia el exterior. Un mercado común supone renuncias y bien sabido es que los países mas pequeños se ven afectados en este tipo de tratados, pero es precisamente por ello que se debe redoblar las seguridades. No como forma de bloquear el proceso de negociación sino de buscar garantías internas que aseguren dichos intereses por diferentes vías, fundamentalmente apostar por la reconversión con apoyo estatal.
La falta de gobernabilidad es un elemento negativo clave que supone un velo que no permite alianzas limpias y llanas sino viciadas por intereses diversos.
América Latina está atrapada en su propio espiral de política tradicional arcaica y continua viendo en Europa al “gran colonizador” que los domina y al mismo tiempo les provee de soluciones mas allá de sus propios recursos. Una falacia que lleva a una sensación de falta de empoderamiento que bloquea a la hora de buscar soluciones y potenciar el talento innato y los recursos naturales que lo convertirían verdaderamente en un continente de nivel competitivo global. A ello se suma la incómoda presencia de Bolsonaro que frente a Europa es “uno mas” junto a Trump, Farage, Salvini, Le Pen, etc. en esa terca búsqueda del aislacionismo nacionalista como solución a todos los males. La idea que podrán obtener beneficios directos sin someterse a compromisos globales es simplemente absurda. Ello supone un factor adicional para que el MERCOSUR se vea como un socio falto de confianza. Es cierto también que es solo un momento político específico de Brasil, pero, teniendo en cuenta que es el país mas relevante en cuanto a perspectivas de desarrollo y que viene de un proceso de falta de gobernabilidad importante, todo ello se traduciría en líder de un mercado que carece de cohesión. Comparar Brasil con Uruguay por ejemplo, resulta inútil por diversas razones y fundamentalmente por el hecho de que la estabilidad a la que ha alcanzado este último contrasta con los vaivenes y proyecciones de agendas nacionalistas de Brasil. Ello no es un buen presagio para la región y la dominante presencia del coloso brasileño.
Y aunque ello es desde un punto de vista ideológico, debemos sumar los aspectos comerciales concretos en donde existe una amenaza real para la Unión. Cualquier acuerdo debe estar basado en igualdad de oportunidades y no la idea “colonial” de que Europa provea de ayuda. Si ese es el caso entonces seria mejor centrarse en acuerdos concretos con los países por separado y no en bloque. La amenaza que supone Brasil con el azúcar/etanol por ejemplo, no puede ser evaluado a la luz del Mercosur sino de un país en concreto.
Es por todo lo expuesto que considero que en esta etapa seria conveniente o bien, un acuerdo poco ambicioso pero profundo a nivel político que centre las bases para acuerdos de mayor envergadura en un futuro próximo, o bien la intervención de la UE como socio dentro de la cooperación triangular con China por ejemplo, proclive a invertir en América Latina y con voluntad también para relacionarse con Europa.
Firmemente creo que la cooperación triangular es la expectativa legitima de Mercosur en Europa en este preciso y delicado momento político. Supone un primer paso necesario para llegar a conocer y “entrenar” al MERCOSUR en dicha colaboración. Más allá de las ayudas puntuales y/o acuerdos de comercio individuales el MERCOSUR necesita de un proceso de maduración a varios niveles en temas de gobernabilidad, de inclusión tecnológica y de propuestas de igual a igual en temas de comercio. Sino, solo llevará al fracaso y excesivo protagonismo de Brasil. En efecto ser el 1er productor del mundo en azúcar –aunque en declive- y también el 2do de etanol junto con Estados Unidos, en donde se prevee un aumento del 40% en la próxima década*- lo convierte en un socio excesivamente competitivo que deberá ofrecer garantías que aseguren un juego limpio. A ello se suma la propia debilidad del bloque para concretar un acuerdo de moneda común lo que agudiza sus divisiones y competencia interna*. Finalmente, el formato de unión aduanera los posiciona de manera desequilibrada frente a la Unión.
Bases esenciales para un acuerdo satisfactorio: igualitario y garantista que evite los discursos proteccionistas y plasme el mercado de confianza.
Un proyecto a mediano plazo…..
El Mercosur le pone exigencias a un acuerdo con la Unión Europea