Papa Francisco: un líder utópico o pragmático?

Un líder religioso ha fallecido, y con él, una era histórica y controvertida para la comunidad católica. Ese es el dramático impacto de la muerte de un Papa como Francisco, que deja tras de sí una nueva faceta de la eterna dicotomía: teología conservadora o liberal.

¿Es el fin del liderazgo religioso o político? ¿Es posible concebir un líder religioso más allá de las cuestiones políticas?

La religión es una ideología en sí misma; sin embargo, se utiliza no solo para establecer valores y comportamientos morales que fomenten la fe y el compromiso espiritual, sino también para el juicio social y político.

Se supone que las ideologías, sociales, políticas, religiosas y económicas, son diferentes y están defendidas por líderes diversos; sin embargo, en la Iglesia Católica, a nivel institucional, hay solo una ideología que sirve de paraguas para las demás. Como resultado, se crea un sistema completo de valores, creencias, principios y acciones interconectados, con cierto nivel de coherencia y consistencia para los medios de comunicación.

Es así que predicar el Evangelio implica mucho más que una ideología religiosa, es un hecho inevitable que sus líderes estarán irremediablemente alineados con una u otra postura política. Existe una delgada línea entre lo uno y lo otro. Es precisamente cuando se mezclan la política, lo social y lo religioso que estalla el conflicto. Quizás porque no es fácil establecer límites, y cuando un líder es estrictamente político o religioso, tendrá igual impacto en el marco de valores morales y sociales de la sociedad en su conjunto.

En estas contradicciones, el Papa Francisco fue identificado como un líder de “izquierda”. ¿Es cierto? ¿Era conservador, populista o revolucionario? —a la luz de las reformas que impulsó—. En definitiva, ideológicamente, el catolicismo —no necesariamente como institución— tiene una misión humanitaria muy importante centrada principalmente en las poblaciones vulnerables. Un rasgo tradicional de las doctrina de izquierda. Sin embargo, un enfoque conservador para las tendencias actuales en los grandes temas: aborto, eutanasia, pena de muerte, LTGB, políticas de género, etc., en general asociados con las doctrinas de derecha. Sin duda, una ideología centrada en los más vulnerables, dentro de los principios conservadores. Esta paradoja, ya sea para los analistas, la opinión pública o a nivel institucional, es un verdadero desafío, aunque constituye la esencia misma de la doctrina católica.

De la misma manera controvertida, Jesucristo predicó: «No he venido a traer paz…», «Pues he venido a poner al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, a la nuera contra su suegra; los enemigos del hombre serán los de su propia casa»[1].

En cierto sentido, la Iglesia «se enfrenta», «separa» y «crea caos»[2], como el propio Papa Francisco invitó recientemente a los jóvenes a hacerlo, para dar poder a la verdad más cruda, es decir, a moverse en consonancia con los principios de Jesucristo y no dentro de una coherencia institucional.

¿Se trata de una estrategia de comunicación o de un liderazgo estrictamente religioso? Los medios de comunicación ocupan cada vez más un lugar prioritario en la agenda, y la digitalización también marca un punto de inflexión para la proyección pública, dando como resultado un mensaje políticamente correcto, no siempre fiel a la verdad.

Cada Papa establece su propio estilo de liderazgo. Es con el Papa Francisco que nos damos cuenta de la importancia de que los líderes del Vaticano se vuelvan verdaderamente globales para marcar la diferencia.

La Iglesia Católica es en efecto, una de las primeras instituciones globales de la humanidad, antes incluso de que se concibiera la idea misma de un sistema de globalización. Un modelo resiliente de sistema global con una estructura centralizada y su Nación. Con oficinas en todo el mundo, su gestión política interna garantiza que el poder se retenga en la sede central.

Extendido por todo el mundo, el catolicismo se ha presentado como un modelo exitoso que combina rigidez y flexibilidad para adaptarse a cada cultura, como en el caso de África o Latinoamérica, aceptando diversas normas sin cruzar la línea roja en temas transversales. Muy diferente de otras religiones que aunque internacionalizan sus creencias, aunque sin un eje central.

Sin embargo, no fue hasta ahora, cuando entramos en una nueva era de pretendidos estándares globales y una agenda política muy determinada en buscar eliminar -literalmente- la religión y la tradición, que el choque se ha vuelto inevitable.

Uno de los líderes más paradigmáticos y controvertidos fue Juan Pablo II, un modelo de liderazgo político y un gran gestor de los inevitables pasos que llevaron a la Iglesia al siguiente nivel de poder. Participó en numerosos procesos políticos, como la guerra de Irak, Ruanda, la guerra del Golfo Pérsico y el régimen de El Salvador, entre otros. Juan Pablo II aceptó las contradicciones necesarias para así mantener el equilibrio incluso en contra de los principios de la teología de la liberación (descripta posteriormente por el Papa Benedicto XVI como una “amenaza fundamental”) y coincidiendo en que: “estamos convencidos de que la teología de la liberación no solo es oportuna, sino también útil y necesaria[3].

Lo mismo ocurrió con el Papa Francisco, en una relación conflictiva con esta doctrina. Podemos observar que la ideología política entra en conflicto con la religión aunque se convierte en el verdadero motor de muchos cambios.

¿El nuevo Papa debería ser capaz de preservar los principios católicos, implementar reformas sólidas o simplemente mantener la estabilidad de una estructura frágil, afectada por los abusos sexuales, el fraude financiero y la pérdida de fe en la Iglesia por parte de sus seguidores? Es precisamente la pregunta que el Papa Francisco respondió con firmeza y determinación al intentar abordar temas nunca antes abordados: “¿Quién soy yo para juzgar a una persona homosexual?[4]

Ciertamente, no sin críticas: “La Diócesis de Orihuela-Alicante (España) ha destituido al Padre Francisco José Vegara de cualquier cargo o posición tras varios meses intentando disuadirlo de sus reiteradas acusaciones de que el Papa Francisco es un “hereje” y un Pontífice elegido inválidamente“. [5]

Una vez más, la contradicción entre la doctrina y el compromiso con una sociedad moderna.

¿Rechazar la popularidad y mantener el apego a la doctrina, o en cambio una decisión política que permita la apertura y quizás un nicho de mercado inexplorado de nuevos fieles? ¿Es ese el verdadero objetivo? ¿Necesita la Iglesia más seguidores como un partido político, o simplemente preservar los principios tradicionales por todos los medios?

El panorama político actual influye negativa e irreversiblemente en dichos objetivos y amenaza con su colapso.

En cualquier caso, un nuevo Papa, conservador o revolucionario, debería… Reformas para adaptarse a los nuevos desafíos y contrarrestar las agendas políticas opacas. Ese es el verdadero desafío y la razón por la que considero irrelevante el debate sobre conservadores vs. revolucionarios dentro de la Iglesia Católica. Cuanto más se inserta en el panorama político global, más expuesta está a las nuevas tendencias, y aunque el objetivo institucional no sea estar a la moda, no es menos cierto que la adaptación a un contexto político permite fortalecerse y ser sostenible a largo plazo al llegar a más personas con su mensaje —no necesariamente a más miembros—, convirtiéndose así en un verdadero factor de influencia.

Los principios no son acciones; las tradiciones no son instituciones actualizadas. Manteniendo sus principios intactos, pero adaptándose a las nuevas realidades, preservando las tradiciones, aunque modernizadas hasta el punto de popularizarse o incluso ponerse de moda. La clave está en encontrar el equilibrio; aquí es donde es fácil fallar, y solo un líder con visión puede rescatar a la institución del colapso uniendo esfuerzos y reuniendo todas las doctrinas teológicas armoniosamente.

El Papa Francisco fue un líder audaz que sentó las bases para construir la Iglesia como una institución reflexiva, capaz de aprender de sus errores y reescribir sus acciones desde el poder que brinda valores y principios inmutables, con la valentía de mantenerse al margen de los cambios globales actuales, si es necesario. Sin temor a perder popularidad.

En cualquier caso, el Papa Francisco será recordado como él quería: «un pastor, no un clérigo estatal».[6][7]


[1] Matthew 10: 35-36

[2]https://www.catholicnewsagency.com/news/27720/pope-to-youth-shake-things-up-bring-church-to-the-streets

[3] https://www.americamagazine.org/content/all-things/liberation-theology-useful-and-necessary

[4] https://www.catholicnewsagency.com/news/33231/pope-francis-explains-who-am-i-to-judge-in-his-new-book

[5] https://www.aciprensa.com/noticias/103341/obispado-aparta-a-sacerdote-que-acusa-al-papa-francisco-de-hereje-e-invalido

[6] https://www.ncronline.org/blogs/francis-chronicles/pope-francis-i-would-love-church-poor/

[7] https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2023-03/papa-francisco-entrevista-padre-guillermo-marco-infobae-argentin.html

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