La Globalización, el sistema global, y los objetivos globales

Nos encontramos en un momento histórico colorido pese a lo monocromático que supone un mundo en crisis. Donde analizar las distintas perspectivas supone un ejercicio de responsabilidad individual que imprime a la sociedad de una profunda reflexión. Como en la escultura “Momentos” de Mark Whalen, la solución está en nuestras manos, en dibujar con trazo firme y decidido, el diseño de una sociedad activa y pujante, utilizando el pensamiento crítico como única arma. Lo contrario, la falta de creación nos transforma en autómatas de un escenario en blanco y negro, donde el lápiz que dibuja nuestros destinos lo poseen en exclusividad instituciones y líderes negativamente impregnados de ideologías, en vez de ser conciliadores y dadores de estabilidad global.

La búsqueda de expandir horizontes con mente abierta y de conectar con diversos grupos de manera holística es sin duda, una clave fundamental para avanzar en un mundo de múltiples desafíos e incertidumbre permanente. El debate sólido y constructivo es una de las claves para moverse hacia el futuro con paso firme enriquecido por la innovación y la creatividad. Es precisamente estos dos últimos elementos lo que lo hacen resiliente para enfrentar en mejores condiciones la contaminación derivada de la no regulada Inteligencia Artificial, -de momento prácticamente carente de toda ética-, el oportunismo político y la supremacía militar. Para ello, el liderazgo integrador, apolítico, práctico, transformador y abierto de miras se torna esencial, evolucionando del modelo tradicional de aquellos que pretenden ser globales y en realidad no lo son, simplemente son internacionales con aspiraciones a impactar globalmente.

Ahora bien, estamos dentro un sistema global, en un camino hacia la Globalización, o simplemente una mayor internacionalización de los servicios? Qué rol juegan los ODS en dicho proceso?

Cuando hablamos de objetivos globales en el marco de la Agenda 2030, normalmente sentimos que todos estamos de acuerdo, cuando en realidad, nos falta lo esencial por definir: el “cómo” se llega a una estrategia única que pueda ser calificada como global y aceptada pacíficamente por la mayoría. Fundamentalmente porque no existe una conciencia de lo global. La idea de la globalización viene asociada a nivel empresarial y comercial, donde las multinacionales han conseguido producir más y expandir sus productos, con menos coste y mano de obra barata de un país para venderlo en otro, con un margen de beneficios sustancialmente alto, y reducciones a nivel impositivo. Nada incorrecto, la liberalización del mercado nunca puede ser un error, la competencia saludable es positiva y es sin duda, lo que lleva al desarrollo de la economía y por ende, a una mejora en el bienestar de todos. Aun así, no debemos confundir un sistema global de la llamada globalización. Globalizar servicios, estandarizar productos y tomar decisiones políticas dentro de una mayoría, no es propiamente un sistema global, sino la sofisticación de un sistema internacional con fines estrictamente comerciales, por la sencilla razón de que no se cumple el segundo paso: un sistema de transparencia y accountability global. Demos un ejemplo, en la guerra en Ucrania, esa respuesta global que tanto se habla en los Medios, simplemente no existe, es un acuerdo de la OTAN con países europeos y la financiación mayoritaria de Estados Unidos (68%), que incluso ahora con la Presidencia de D. Trump tambalea. Para afirmar que es una decisión militar-estratégica de tipo global, tendría que haber un consenso global…y no lo hay.

La plataforma BRICS con Rusia y sus aliados que cada vez suman más países, confirma que existen dos ejes de poder que anula toda idea de lo global -al menos a nivel conceptual- es precisamente la diversidad cultural y la negociación la que aglutina y le da ese toque integrador tan característico de un sistema global, inclusivo por excelencia. Si existiese una eventual negociación que diera equilibrio y dirección al proceso geopolítico,  si que podríamos acercarnos a un sistema global, ya que habría valores en juego estables que permitirían desarrollar estrategias de esa naturaleza.

Lo contrario, la centralización en un eje -y por ende, la existencia de otro-  es precisamente la que la destruye todo intento global, y sucede lo mismo a nivel regional con la Unión Europea, en donde Bruselas se convierte en un ente casi autónomo que toma decisiones, dentro de un liderazgo elitista, sin estar refrendado por los ciudadanos, incluso muchas veces en contra de la voluntad de los mismos-, dando lugar a procesos tales como Brexit, o aún peor la apatía de sus ciudadanos que se traduce en su falta de participación y seguimiento de los distintos procesos.

En cuanto a los ODS como modelo paradigmático de objetivos globales, tres de ellos, pueden constituir verdaderos agentes de caos y manipulación de no ser implementados de manera asertiva:

5.-Igualdad de género

16.-Paz, justicia e instituciones fuertes

17.-Alianzas estrategias

La Igualdad de género como tal, encierra confusiones a nivel conceptual ya que equidad no es lo mismo que igualdad. En efecto, el adaptar a cada uno lo que necesita desde una perspectiva local y no aplicar reglas globales desde fuera es lo que hace que se pueda alcanzar dicho objetivo de manera más rápida, basado en la fortaleza moral que es asegurar a todos los mismos derechos y libertades puestos en acción.

La idea de una “justicia global para las mujeres” puede generar entusiasmo en el sentido de creer que será la solución definitiva a todos los males, sin embargo, la razón por la que se necesitan más de 300 años para alcanzar el ODS 5 obliga a llegar a conclusiones diferentes.  Dicho concepto no atiende de religiones, ni tradiciones  y/o cultura y mucho menos opciones personales. El rol de la mujer en la sociedad por sí solo no existe si no es en un contexto socio-cultural y en muchos casos influenciado por su historia. Es así que, para siquiera poder pensar en un objetivo de carácter global, debemos tener una posición mucho más conciliadora y tolerante y ello deriva en principios de tipo marco muy alineados con los DDHH más que con reglas o hábitos pre establecidos.

Las alianzas estratégicas, por su parte, mal entendidas como un conjunto de intereses en común liderados por el más poderoso, no es ni más ni menos que un eje de poder como tantos otros. Dando lugar a situaciones que provocan confrontación como es el caso de la OTAN y los aliados frente a Rusia y China, en vez de buscar un equilibrio. Creo firmemente que la razón de que la guerra en Ucrania no encuentre salida va más allá del poderío militar sino de la insistencia por mantener una posición estratégica de supremacía. Una alianza que busca una estrategia de paz, puede pasar por estadios de guerra, aun así el objetivo que debe ser constante es el de la negociación. La falta de resultados exitosos para obtener el objetivo principal de paz global, anula la propia existencia de la OTAN.  La búsqueda inmediata de soluciones se vuelve un imperativo, no ya para el conflicto en si mismo sino para su propia credibilidad institucional. En efecto, sus operaciones provocan una contradicción entre los ODS 16 y 17.

Es precisamente el ODS16: Paz, justicia e instituciones fuertes que pone en cuestionamiento la propia existencia de la alianza. En este particular momento de crisis las instituciones no deberían ser el recurso principal, aunque si buscar la relaciones internacionales fluidas, la negociación efectiva, la intervención militar mesurada y la Diplomacia activa.

La rendición de cuentas y la transparencia son los elementos  que faltan en muchas de las instituciones políticas globales y ello hace que el objetivo de  conseguir instituciones “fuertes” solo podría efectivizarse si se llegase a una verdadera revolución en reformas y en el peor de los casos a su desaparición o reducción en volumen, solo así entraremos en una era de logros consistentes con el  ODS 16.

Bruselas es un claro ejemplo de ello, metiéndose en el ajedrez político de agendas poco transparentes y haciendo un jaque mate a la ciudadanía (recordemos que respecto a la guerra en Ucrania, la ciudadanía europea apoya mayoritariamente la ayuda humanitaria y el cese de las hostilidades pero no ya un respaldo militar sin límites)

También las Naciones Unidas que con el aclamado y necesario consenso se conduce a la inacción pura y dura y se convierte así en un órgano de deliberación necesario pero ineficaz a la hora de dar soluciones globales.

Es por todo lo expuesto que el ciudadano y la sociedad civil entra en acción en un escenario dominado por instituciones poco transparentes y agendas políticas perdidas en el lobby y la falta de rendición de cuentas. Un bucle del que no salimos pese a que insistente y erróneamente se sostiene que estamos insertos en un sistema democrático global.El laberinto que supone unir en la diversidad, especialmente la de intereses, es lo que hace que sea tan complejo llegar a un concepto de sistema global satisfactorio en términos de acción.

Sería oportuno explorar otras dimensiones de relaciones ciudadano-instituciones para nuestras complejas sociedades democráticas, que sean de tipo “ecológico” y que permitan llegar a la sostenibilidad del sistema global basados en  algunos de los siguientes principios:

  • Relaciones más allá de las institucionales
  • Nuevas formas/reformas instituciones tradicionales
  • Liderazgo equilibrado por ende, más democrático
  • Liderazgo global -con influencia directa-
  • Prensa global -que crea cohesión en la diversidad ideológica, sin centralizar poder-
  • Mayor protagonismo e involucramiento de la sociedad civil
  • Redimensionar/valorizar el lobby
  • No subestimar la acción individual

La flexibilidad no es buena compañera de las estructuras actuales, de hecho, cuanto más rígida, más solidez transmite, haciendo que la innovación no sea bienvenida y que los procesos disten mucho de ser creativos. Sin embargo, no podemos tener organizaciones sólidas sino tenemos la flexibilidad necesaria para adaptarnos a cada situación, legislación y realidad local y personal.

Hasta que no se obtenga el necesario cambio de mentalidad fundamentalmente política para innovar y crear nuevas estructuras y relaciones, el ecosistema seguirá siendo internacional y la globalización una utopía reservada a las multinacionales o a los más románticos.

La Globalización solo es posible mediante la consolidación de todos los procesos en su conjunto -político-económico, social, etc.- de manera alineada y armónica.  Para así llegar a un sistema global de poderes como objetivo último. Por su parte, los objetivos globales ofician de herramienta para alcanzarlos y obtener así la sostenibilidad.

Siempre acompañados por una actitud transformadora basada en un espíritu altruísta e integrador con mentalidad de negocios. Esa es la clave para -al menos- llegar a una estabilidad global sostenible.

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